VORÁGINE



Vorágine
nombre femenino
1.
Remolino de gran fuerza e intensidad que se forma en el mar u otra extensión de agua por la acción del viento o las corrientes.
2.
Mezcla de sentimientos muy intensos que se manifiestan de forma desenfrenada.

Abrí los ojos con dificultad ante el manto blanquecino que cubría el cielo, el movimiento allí arriba era casi imperceptible. Qué mentira. Uno imaginaba que podía tirarse en ese paraíso de nubes esponjosas y rebotaría cual resorte sobre esos trozos inmensos de algodón y no, solo eran partículas finas de agua suspendidas en la atmósfera que te dejarían caer sin dificultad. Al parecer, el mundo no está pensando para ser como lo vemos, el cerebro siempre lo interpretará a su manera. Bastante resignada comencé a mover los brazos por el césped sobre el que me encontraba, para así sentir el inexplicable placer de ese pequeño hormigueo en las yemas de los dedos. El estar en contacto con la tierra y percibirla con cada uno de los sentidos; me hacía ver lo pequeños que siempre fuimos, somos y seremos ante la magnificencia de la naturaleza. Cerré los ojos, las hojas de los árboles resonaban a lo lejos, en off, casi apagadas por la leve brisa. A pesar de la tranquilidad, era imposible no presagiar una especie de tensa calma.

Mis ojos vagaron e intentaron cerrarse con fuerza, el ceño fruncido ya se había hecho una costumbre momentánea ante la enceguecedora vista. No quería pensar. Mi mente iría a miles de kilómetros por hora como un avión en caída libre, pasando sobre millones de temas distintos hasta colapsar en una crisis existencial. Era como un menú de cosas indeseables que te ofrecían degustar en el odioso bar de la mente. Quién pudiese ser una máquina para apagarse solo por unos momentos y evitar esa condena del ser humano de tener que recordar, sentir, elegir. Sufrir el interminable suplicio de hacerse responsable de todo lo que uno haga aunque que pocas veces lo logre. Llegar siempre a esa reprobación por no haber tomado la carga de equivocarse con la madurez y sensatez que todos esperan. Sí, siempre buscamos evitar admitir un error por más leve que sea. ‘’No, es imposible que lo haya hecho, habrás sido vos’’. El miedo nos llena como el agua a un barco en medio de la vorágine. Nos destruye hasta dejar un naufragio roto y desolado, a la deriva o tocando fondo, pero deshecho en fin. Y solo quedará esa amargura que nos hará compañía por tiempo indefinido, hasta que decidamos (algún día) soltarle la mano.

Recordé, muy a mi pesar, todo lo que sucedía en mi vida actualmente. Vislumbré tus ojos, sentí mi corazón latiendo a velocidad inhumana, tu pose despreocupada, mis sentimientos encontrados y no correspondidos. Sacudí la cabeza y repasé todas las elecciones que tendría que tomar en un tiempo cercano, el titubeo, el riesgo de que sean correctas o el peor error de lo que me quedaba de existencia. Pensé en la magnífica ‘’bendición’’ de la incertidumbre, de que la única certeza de nuestras vidas sea la muerte. Abrí los ojos nuevamente, el pesimismo me cubría como las nubes negras que comenzaron a aparecer en el cielo cual manchones de tinta en una inmaculada hoja sin escribir. Los truenos retumbaron por todo el lugar, las hojas de los árboles chillaron ante el estridente viento. El suelo se sacudió con violencia mientras el suave y verde césped comenzó transmutar en agua. Los relámpagos fotografiaron el caos reinante, la catástrofe que había llegado para quedarse. Comencé a perder el control de mí misma y de todo lo que me rodeaba, mis manos temblaron mientras cubrían mi rostro. En segundos, el océano se arremolinó a mí alrededor y me succionó al igual que la vorágine de condenados recuerdos y pensamientos de los que no pude escapar.

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