LA DOLEUR EXQUISE
Y otra vez, te extraño.
La ansiedad me desvela y siento ese típico vacío en el estómago, el dolor en el pecho, lo insoportable de la existencia, la inseguridad del ser y no ser, la preocupación por un futuro que ni siquiera quiero tener. La cama a cada segundo se vuelve más fría que el anterior, la oscuridad se vuelve creciente en la habitación y se cierne sobre mí, la luz lunar que hace horas estaba, ahora brilla por su ausencia. Los pensamientos se arremolinan como un torbellino caótico de amargura recalcitrante. Otra noche que caigo al piso, de rodillas, y regresa el llanto que se precipita de forma dolorosa y con múltiples convulsiones. Puedo sentir mis dedos rasgándome el pecho intentando que todo duela menos y a su vez mis manos desesperadas en un vano intento de contener mi lánguido cuerpo que quiere romperse en mil pedazos. Mi garganta crepita en un llanto ahogado y silencioso, como mis sueños, mis emociones, mis expectativas y donde lo único que se mantiene a flote en una balsa, ahí, latente, es mi desilusión.
Y ahora es cuando te recuerdo y vuelvo a sentir ese cariño que era tan inmenso que me estallaba el corazón y tus dedos sobre mi cintura que parecían evitar cualquier mal. Donde me queda rememorar esos momentos pasados donde solo necesitaba un abrazo para que mi alma vaya hasta mis pies y retumbe en todo mi interior provocándome escalofríos, cuando el dolor era similar al de ahora pero se sentía (tan) bien. Días donde el mundo se paralizaba al esconder mi rostro en tu cuello y no existía nadie más que nosotros. Ahora es cuando camino de noche, con el frío calándome hasta los huesos y miro el cielo esperando que una mano se entrelace con la mía o sentir tu cálido brazo sobre los hombros, protegiéndome de todos mis miedos. Y ahora veo y siento que los atardeceres ya no son los mismos porque los colores se esfumaron y solo quedo yo, triste y gris, pensando en besos silenciosos con sonrisas que los sucedan, en tus dedos recorriendo mi cabello, en la tranquilidad que me transmitía escuchar tu melódico pulso. A cada hora perfumes de extraños sin rostro me hacen recordarte, en la calle, en el ómnibus, en la plaza, en mi cama. Y a cada segundo quiero volver a sentir y nada más que sentir, pero sin que duela como lo hace ahora.
Y vuelvo a tener entre mis dedos ese deseo de discurrir en el tiempo, tomados de la mano, acostados sobre el césped, separados por un estúpido teléfono en una llamada a las tres de la madrugada cuando el mundo parece derrumbarse y no, no volverá a suceder, porque nunca fue amor y estos fueron y son mis sentimientos pero jamás los tuyos.
Comentarios
Publicar un comentario