LOCURA ABISMAL




Observé el suelo con indignación. La tierra comenzaba a ensuciar los zapatos que me costó tanto limpiar. El estar tan cerca del abismo y con los pies apoyados sobre el frágil saliente hizo que notara cómo caían las pequeñas rocas en ese precipicio. No tenía fondo (o eso parecía) y la inmensidad se veía negra, tan oscura como las alas de un cuervo. Parecía infinito, por lo que no quise imaginar cómo sería una caída a tan larga distancia. Pensé en una muerte aérea: tantos serían los minutos en el aire antes de llegar al suelo que no sentirías el duro impacto y los huesos quebrándose, haciendo bailar al cuerpo en una danza rota e inarticulada.

Te vi del otro lado, el trecho que nos separaba me hizo extrañarte. Tu esencia, tu aroma, el inmaculado tacto de las yemas de tus dedos sobre mi espalda. Me estremecí, cerré los ojos y suspiré casi resignada, parecía imposible de cruzar. Los cien metros de longitud y el vacío incalculable, hicieron que recuerde que lo único que necesitaba era un abrazo, ni un gesto, ni una palabra, solo el sonido de tu calma respiración sobre mi cuello.

El sol quemaba y pensé en cuánto me gustaría que las nubes invadieran el cielo. Reí silenciosamente en aquél desierto interminable en el que no había nada más que nosotros y la detestable distancia. Me pregunté qué estarías pensando, sí, así como lo hice en todos estos años. Nunca lo pude descifrar, nunca pude descifrarte y quizás era eso (y mucho más) lo que me atraía de vos. La eterna incógnita que esperaba resolver, mi acertijo y mi ruina.

Grité a todo lo que me permitieron los pulmones, tan fuerte que pensé que mis cuerdas vocales se desgarrarían. Esperé a que el viento te llevara mis preguntas, ¿por qué?, ¿por qué nos hicimos esto? Y dolió. Las incógnitas que chillaba por intervalos eran dagas que quería lanzarte pero que el viento devolvía hacia mí, enterrándolas lentamente en mi cuerpo. Interrogar ya no servía, no me escuchabas. Vi movimientos, observé cómo tirabas nerviosamente de tu fina camiseta en un absurdo intento de expresar una parte de lo que buscabas comunicarme. ¿Qué era? No lo sé, tampoco lo imagino. Quizás no era lo mismo que necesitaba decirte, pero no importaba, nos encontrábamos en la misma situación y teníamos que callar aunque no quisiéramos.

Rogué a ese infinito cielo azul, a cada Dios inexistente y a lo que quedaba de mi cordura por piedad. No necesitaba este sufrimiento, solo quería que la gravedad se acabara y pudiese flotar hacia vos, caer sobre tus brazos y llorar. Llorar por lo que dijimos, por lo que callamos, por todo lo que no fuimos ni seremos porque ese abismo es lo que separa mi mente de la tuya mas no así nuestros sentimientos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CONFUSION

LA DOLEUR EXQUISE